miércoles, 18 de noviembre de 2009

EL MUNDO DE LA CAFETERÍA.

Hace tiempo hice este escrito, al poco de comenzar a trabajar en una cafetería. Hoy recuerdo sólo buenos momentos vividos, pero este que narro aquí fue de los primeros días de trabajo, cuando aún no estaba acostumbrada al ritmo frenétic de un bar. Ahora lo leo y me provoca una sonrisa. ¡Bienvenidos al mundo de la cafetería!


Son las cuatro y media de la tarde, pero no del cualquier día, hoy es domingo, hoy trabajo, exactamente dentro de 30 minutos entraré en el mundo de la cafetería…
De camino a este lugar de ruido, olores, humo de tabaco y piso resbaladizo del agua que cae del grifo, mi mente todavía está despierta, sufre lo que llamo “el síndrome de los 10 minutos antes de comenzar la jornada” Es como una negación. Un NO rotundo que surge de mi cerebro y trata de decirle a mis pies que giren en otro sentido, es un cálculo mental de las horas que quedan por delante, un vistazo envidioso a los que pasean en domingo e ignoran el privilegio que supone el no tener nada que hacer… Ya está, paso el puente, el síndrome se debilita y empiezan a funcionar mis anticuerpos mentales, se crea la defensa salvadora y actúa la esperanza:
“Tal vez las horas pasen volando” “ya es domingo, eso significa que a las diez de la noche tendrás toda una semana por delante para ti” “quizá hoy ocurra algo interesante, tendrás que estar atenta para que no se te pase entre tanto ajetreo”"sonríe a los clientes amables, y alos que no, también, que una cafetería no te quite tu humanidad”
Ya visualizo desde el comienzo del callejón las sombrillas rojas, traicioneras, nunca me dejan ver con claridad si hay mucha gente en las mesas de afuera (eso significaría que dentro está lleno, porque casi todos en esta época del año prefiere la calidez de su interior vestido de madera y bañado de luz en tono amarillento)
Y por fin llego, regalo una sonrisa de complicidad al primer camarero que veo, es inevitable el primer comentario que escucho “menos mal que llegaste, parece que estaban esperando para caer todos juntos, la madre que los parió”
Acto seguido, mandil puesto, mirada furtiva al frente como el soldado que pretende ver el batallón al que se enfrenta, y vamos a la primera mesa:

     -“Buenas tardes, ¿que desean?” (que no pidan comida, ¡por dios!, son muchos, como Carmen, la cocinra, se retrase en hacerle los crepes a este batallón, las demás mesas empezarán a darme quejas)
     -Dos barraquitos, uno descafeinado y sin esa cosa que le echan…
     -Canela.
     -Sí. eso, pues, dos barraquitos, uno descafeinado y sin canela (¿por qué repite lo mismo? ¿será que aún tengo cara de zumbada? ¡Natalia, despierta! No, espera, repite lo mismo porque no sabe lo que pedir a continuación, lo hacen muchos clientes) -También nos pones, a ver...-(vistazo a la carta, efectivamente, no saben qué pedir) ¿qué es el capricho de chocolate?
     -Café, chocolate y espuma de leche.
     -¿Le echan canela?
     -No. Café, chocolate y espuma de leche (no puedo evitar el tono irónico)
     -Vale, pues, me traes un nestea para mí.
     -No tenemos. (¿no me estaba preguntando por un café con chocolate?)
     -¡ Ahh! (ahora ha descubierto la pólvora, dios que termine ya, en lo que esta subnormal hace la tesis de la cafetería ya han llegado dos mesas más, y el de la quince me ha hecho señas de que quiere la cuenta)
     -Pues entonces una botella de agua, pero que no esté muy fría. ¿Y ustedes qué querían? Ya no me acuerdo. (Como los amigos sean como ella…)
    - Un seven up, un capuccino, y una fanta naranja. (Paso de decirles que no hay fanta, les traigo el shweeps y seguro que se lo mandan y ni se enteran)
Por fin. Me dirijo al mostrador repitiendo la comanda para que no se me olvide. Algo me distrae, es esa puñetera señora que siempre deja el carrito del chiquillo en la entrada y me obliga a retorcerme como fulambulista para alcanzar la barra, espero que hoy no le dé por llamarme “niña” cada dos por tres para pedirme estupideces.
Pido la comanda y Carlos dice: -¡Ah, no, capuccino no! ¿qué le pasa a todo el mundo hoy con los capuccinos?- Pongo cara de indiferencia y me dirijo a lavar loza, sin duda, mi lugar favorito, entre plato y plato mis pensamientos nadan en el agua que queda atascada en el fregadero. El ruido del agua amortigua el de la cafetera, la máquina de cigarros, la batidora, los cubiertos que chocan, la música de la radio, el murmullo constante…. Sí, el agua amortigua todo eso, o eso quiero yo.
¨Mañana me levanto temprano y aprovecho el día. Siempre pienso lo mismo, pero esta vez lo haré. Joder el de la quince sigue levantando la mano para la cuenta. Pero ahora no, no puedo, es imposible, los platos me retienen, mi alma me retiene. Mañana me levanto y me pongo a estudiar, pero lo de levantarme temprano, mejor no, que es lunes y esta noche llegaré cansada. Mierda, el chocolate de los platos hoy está pegajoso y hay que dejarse las manos con el estropajo. Ah, sí….¿por dónde iba?, mañana estudio y así la tarde la tengo libre…¨
    -¡Mira, te olvidaste porque al barraquito le han echado canela… (¿quién osa a sacarme de mi mundo, joder! ¡es la indecisa de la plataforma mundial contra la canela! y ¿cómo que me olvidé? Fue Carlos que le echó canela porque nunca escucha lo que le pido.)
    -Ah, perdona, lo siento muchísimo (que te jodan) ahora mismo lo arreglo.
Y así van pasando las horas, entre cortados decafeinados, batidos de chocolates y humo de mil cigarros, cliente tras cliente, el indeciso, el exigente, el considerado, el bromista, el tímido, el preguntón…..Sonrisa tras sonrisa, plato tras plato, pensamiento tras pensamiento… Un plato que cae, una propina interesante, una pepsi devuelta, un pedido olvidado, las 6, las 7, las 8, las 9, las 9 15, las 9 30 (sí, la última hora se cuenta por minutos) y de pronto, a las menos cuarto, empiezo a ser yo, empieza la metamorfosis de la libertad, el júbilo del que después de una maratón visualiza la meta, y sólo entonces caigo ahora…… ¡el de la quince se fue sin pagar!

2 comentarios:

DEMOFILA dijo...

Hola guapa, nunca lo había visto desde esa perspectiva, nunca he trabajado de camarera, pero lo que cuentas es genial.
Pero estoy pensando, que si es así como piensan los camareros, mala cosa, la mala leche se nota en la cara, y eso... a los clientes, no les hace ni pizca de gracía.
Yo, particularmente, soy muy concreta en lo que pido, y suelo ser amable con las personas que me atienden, pero si veo un mala cara..., malo..., malo, yo también me pongo de mala leche.
Ya sé que es un trabajo muy esclavo, pero hay personas que no pueden ganarse la vida de otra manera, y el negocio depende de las buenas formas de los camareros y de los dueños.
No creo que te ofendas por esto, ya que no sigues trabajando como camarera, por cierto, ¿como te comportar como cliente?.
Un besazo, preciosa, yo opino con honestidad y con la verdad por delante, no suelo ser hipócrita, no aquí, ni en mi vida privada,
pienso que en la vida hay que ir con la verdad por delante.
Chaooo, un abrazo de esta sincera amiga.

Amiscamaradas dijo...

Ja, ja, ja... Esto es lo escribí cuando apenas llevaba unas semanas trabajando. Afortunadamente fui ganando experiencia y sobre todo, ¡paciencia! Cuando estás de cara al público te puedes encontrar de todo pero yo aprendí que la mejor forma de que conseguir que te traten bien es ofreciendo una sonrisa. Ha sido el mejor trabajo que he tenido y en el que más he aprendido y quizás estas navidades vuelva allí a hacer unas horas extra. Sinceramente, vuelvo más por estar allí con mis compañeros que por el dinero. Servir a los demás es toda una lección de humildad. Y como cliente, después de haber sido camarera ¿tú qué crees? jejejeje
Bezazos, preciosa, seguro que tú también hubieras sido de mis clients favoritas,¡que por cierto, hago unos cafés pa chuparse los dedos!