martes, 26 de enero de 2010

CULTIVAR LA ALEGRÍA.

Todo es cuestión de práctica.
De niña, odiaba las matemáticas, "no se me daban bien", tenía que dedicarle muchas más horas de estudio que a otras materias para conseguir empezar a entender algo. Pero yo no me daba por vencida. Así que me armaba de paciencia, le echaba horas, practicaba y practicaba...y al final: sobresaliente.

Si quieres ponerte en forma, no basta con hacer veinte abdominales sólo un día, habrá que seguir una rutina y con cierto tiempo de poner en práctica dichos ejercicios, aparecerán los resultados.

¿Por qué nos cuesta tanto entender que con nuestra forma de pensar (y por tanto, con nuestra forma de sentir) también podemos practicar y practicar hasta conseguir unos objetivos?

Sé que a lo largo de nuestra vida se presentan situaciones, vivencias, experiencias, etc... dolorosas, y que es muy necesario vivirlas como tal para poder superarlas y trascenderlas. Pero creo que una cosa es "sentirse mal" por un tiempo y otra muy distinta es tomar una actitud de derrota permanente. Quedarse anclado en esta forma de vivir las cosas agota la energía vital, la alegría, no sólo la de la propia persona que lo siente, sino también de las que están a su alrededor, que poco a poco se pueden ir viendo arrastradas en esa espiral de negatividad. Por eso es conveniente revisar de vez en cuando de qué circunstancias y de qué personas tendemos a rodearnos  porque sin querer podemos estar derrochando nuestra energía. ¿No parece lógico pensar que la vida es algo tan bello como para desperdiciarla buscando siempre un "pero", una "falta siempre de algo para ser feliz"?

Y es que la alegría debe y se puede cultivar. Aunque se haya estado un tiempo sumergido en mil pesares, uno debe aprender a mirar hacia adelante con cierto optimismo si quiere empezar, poco a poco, a disfrutar de la vida, de uno mismo, de las ciento de oportunidades que se nos presentan y que muchas veces se pasan desapercibidas precisamente por tener los ojos puestos en lo que fue o en lo que va o en lo que podría ir mal.

Cuando alguien está profundamente metido en esta "visión" o "dinámica" es difícil hasta para la propia persona darse cuenta, porque uno se puede "acostumbrar" hasta a las cosas más insospechadas, como el sufrimiento que se deja cronificar. ¿Y por qué? Porque aunque cueste admitirlo, siempre es más cómodo continuar en lo que más se conoce que hacer el esfuerzo de iniciar un cambio revolucionador. Pero desde aquí, me atrevo a decir con todo mi convencimiento y osadía, que iniciar un cambio nunca puede salir mal, y menos si lo que estamos intentando es mejorar. La cosa es no dejar de intenterlo. Practicar una y otra vez la ecuación, como pasaba como las matemáticas.

Sí, la alegría se entrena, y cuanto más se pone en práctica, más se llena nuestra vida de ella. Atraemos lo que buscamos. Si quieres obtener algo de la vida, adelántate y comienza por ofrecerle a ésta lo que tú deseas conseguir. Si quieres sentirte bien, ofrece bienestar a tu alrededor, aunque al principio pueda parecer forzado, aunque cueste esbozar una sonrisa, si lo haces, pronto alguien te la devuelve y entonces acabarás sonriendo de forma natural al comprobar que funciona.
No dejemos de practicar hasta sacar sobresaliente.

lunes, 18 de enero de 2010

NIVELES DE APRENDIZAJE.

Edad física, edad mental y edad espiritual. La edad física: años que tiene una persona. Edad mental, en relación a su madurez, a las experiencias de su vida. Edad espiritual: la que comprende "la sabiduría de su alma". ¿Aprendizajes de otras vidas? A menudo lo pienso. Se me ocurre que quizás estamos en una especie de ciclo, como lo define una gran amiga mía, "de curso escolar" de la eternidad, donde tenemos que ir pasando "niveles", lecciones que son necesarias de interiorizar. ¿Cuáles son esas lecciones? ¿Tienen un orden?

Una sin duda, tendrá que ver con conocernos a nosotros mismos, conocer nuestras limitaciones y saber, también, que los únicos responsables de dichas limitaciones somos nosotros mismos. Saber resolver los conflictos y contradicciones propias de nuestro ser y forma de entender el mundo.

Otra lección: nuestra relación con los demás. Cumplir con nuestra misión para con el mundo, para con la sociedad, para con el resto de los seres humanos. Saber llegar al público, exponer nuestras ideas, aportar con la creatividad, dejar una semilla, ser guía alguna vez, ayudar a otros a que aprendan sobre sí mismos y sobre los demás. Entender la naturaleza humana para mejorarla en lo posible. Enseñar aprendiendo. Practicar la humildad sin renunciar a la confianza en uno mismo, en nuestra valía.

Otro nivel: conseguir la "intimidad" con alguien que podamos amar y que nos enseñe a crecer aún más con ese amor. Tener la confianza suficiente en otro que nos complemente sin restarnos. Mirar a los ojos de alguien presintiendo que no hay razones para tener miedo de entregarle nuestro corazón porque sabemos que no hace falta entregarle nuestra vida. Tener la certeza de que por despertar al lado de esa persona ha valido la pena aprender todas las lecciones anteriores. Sentir que amas y te corresponden, que formas parte de un equipo que trabaja cada uno con el 50% de la pareja y el 100% de su ser, entendiendo que el amor es algo que hay que trabajar día a día, que requiere su esfuerzo, como todo lo que vale, pero que precisamente por eso es más emocionante.

Entiendo que estas podrían ser de las lecciones más importantes que se me ocurren, y también que seguramente hay otras miles. Amarse a uno mismo, amar a los demás y amar a "otro" en particular. Al final todo se resume a lo mismo: crecimiento, evolución y amor. Confiemos en que será el propio camino el que nos llevará a los distintos escenarios, a las distintas "aulas" y "maestros" que se encargarán de que aprendamos dichas lecciones. No nos "graduaremos" hasta haber aprendido a amar en todas sus versiones. ¿Intrigante,no?

viernes, 15 de enero de 2010

EN DEFINITIVA,VIVIR.

Sí, hoy es de esos días en los que la medicina muestra su cara amarga. Esta mañana, de camino al Hospital para hacer mis prácticas iba pensando "qué bien, ya es viernes".
La mañana ha transcurrido como tantas otras mañanas: pasar la planta, ver los enfermos, revisar con los adjuntos analíticas, pruebas, ajuste de tratamientos... Al cabo de unas cuantas horas, a falta de 30 minutos para acabar, fuimos a ver a uno de los pacientes. Un hombre relativamente joven. Le comunicamos una mala noticia, de esas que esperas no tener que oír en tu vida.
Hacía tiempo que no pasaba por esta situación, y hoy, me he vuelto a sorprender con esa "tirantez" en el estómago, al pie de la cama del paciente, tocándole ligeramente para intentar darle "algo" de calor en un momento en el que la sangre se debe estar congelando en las venas, tal es el poder del miedo.

Sí, es triste ver como la esperanza de un hombre se desploma y saber que nada puedes hacer por "curarle" físicamente, quizás lo único que se puede ofrecer es permanecer allí unos minutos, soportar el silencio, perder la mirada con el paciente, si es necesario. Cuando la voz no puede decir nada porque se atraganta en un nudo invisible es mejor dejarle el turno al alma, la que escucha y acompaña.

En esos momentos es cuando te sientes terriblemente estúpida por haber pensado lo de esa misma mañana: "por fin ya es viernes", pues te haces consciente de que hay personas que darían lo que fuera para que no llegara el tan temido futuro, que rezan por encontrar una fórmula mágica que les brinde un poco más de tiempo, aunque fueran  veinticuatro horas, pues ya sólo con eso se sienten satisfechos de haber librado la batalla al menos un día más. 

Trato de ser consciente de todo esto lo más que puedo para aprovechar mi vida, para hacer, pensar, sentir, atreverme, apostar, respirar, aprender, sonreír y reír, hacer feliz a alguien en algún momento del día, tener una palabra amable, hacer algo sorprendente, superarme, equivocarme, rectificar, abrazar, besar...
En definitiva, vivir.

miércoles, 6 de enero de 2010

SIN JUSTICIA.

Es curioso, pero ¿cuántas veces al día decimos aquello de “esto no es justo”?


“No es justo que fulanito tenga tal cosa y yo no”, “esto que me ha pasasdo es injusto”, “toda la vida preparándome para luego no obtener tal cosa, no es justo” y así una larga lista de frases que siempre reflejan lo injusta que es la vida, lo que tendríamos que tener y no tenemos, las frustaciones que guardamos porque nunca se hizo justicia con nosotros… ¿Pero qué hay de verdad en todo esto? ¿qué es la justicia? ¿quién dice qué es justo y lo que no? ¿nosotros? ¿el destino? Dios? (si fuera así, no querría ver su libro de reclamaciones)

La verdad es que la justicia no existe. Es un concepto inventado por el hombre para no responzabilizarse, para sentirse víctima, para cargar las culpas a otro, para no tener que aceptar la realidad, en definitiva, para no crecer.

Si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de que lo que es justo para unos, no lo es para otros, que hay gente que sufre sin que haya motivo aparente para merecerlo, que hay gente que no tiene nada y es feliz, mientras que hay otros que lo tienen todo y siguen quejándose del mal de la “injusticia”.

En África los leones cazan cebras ¿es eso justo para ellas, que no hacen mal a nadie? En muchos países los niños van a la guerra o son explotados en el campo laboral ¿es eso justo? Quizás el mayor creador de injusticias sea el propio hombre, que además se jacta de saber lo que es justo y lo que no, en un estúpido complejo de semidios muchos se sitúan en la posición de saber qué es lo que les conviene a unos y a otros, incluso hay gente que trabaja en el sector de la “justicia”, de la “injusticia”, diría yo, pues jueces y abogados muchas veces sólo buscan darle la vuelta a aquello que llaman ley.

Por supuesto que los grandes males son injustos. ¿Pero qué hay de los pequeños males? las pequeñas “injusticias cotidianas” Quizás las que más no afecten. El llamado “mira lo que me hizo fulanito…” Yo diría basta ya de tanta queja. Ocúpate de tu vida sin pensar que los demás te proporcionarán lo que es “justo” para ti. Deja de comparar lo que das con lo que recibes y de evaluar a los demás en función de lo que esperas de ellos, en vez de lo que te aportan sinceramente y sin pedir nada a cambio.

Propongo crecer de una vez. Aceptar que a veces ganamos y otras muchas perdemos. Que no hay tantas cosas bajo nuestro exclusivo control y que si nos arropamos bajo la manta de la justicia, nos quedaremos con los pies fríos, porque ésta, donde quiera que esté, no se quita el sueño por nuestros problemas. Repito, nuestros problemas.

De la misma manera, no podemos ser siempre “justos”. No somos Dios. Los seres humanos se equivocan, fallan, y muchas veces, si queremos ser dueños de nuestros actos, tendremos que aceptar que puede haber alguien a quien no le agrade nuestra decisión y que además nos tache de “injustos”. Como sé que la justicia no existe, me quedo con la opción de ser yo misma y aceptar las consecuencias de mis actos. Yo creo que eso ya es bastante.

domingo, 3 de enero de 2010

LA NOCHE

Desbaratado, el corazón, valiente siempre, nos dice “todo va bien”, nos da ese Sí rotundo para el que fue creado, como fiel representante de la vida a través de sus latidos. No soy dueña de mis huellas dactilares cuando se aventuran a explorarte.


Y la noche siempre llega. Y vuelvo a estar sola. Sola, pero conmigo misma y con esta detención del reloj, inexistencia del tiempo en tus pupilas mientras sueñas. Y yo también sueño, pero despierta, como más me gusta, y duermo de día. Sí, valiente o inconciente corazón, te deshaces de los brazos de la lógica, desatas intrusas emociones que no dejan espacio a la mente que ha aprendido.

Es caprichoso el destino que equivoca nuestras decisiones en cada segundo para ponernos en el constante correcto camino. Ya estaban diseñados, antes de que tú y yo naciéramos, los minutos que se evaporarían entre los dedos por tocarnos sin cuerpo, sólo con alma y la bendición del cielo que tanto miramos buscando una luz de tonalidad diferente. Si pasara una estrella fugaz no pediría ningún deseo porque preferiría no apartar la vista y seguir mirándote de frente.

Y así, entre pensamientos que a veces me ganan la batalla, entre "el sentir" de mi alma a ratos, en esos instantes en los que la mente logra quedarse en blanco, entre los recuerdos que me hacen sonreír sin querer y querer seguir sonriendo, entre todo eso y mucho más, permaneceré yo y mi existencia, y existirás tú, permaneciendo.