martes, 22 de diciembre de 2009

LA MUJER QUE NO SE PODÍA ENAMORAR.

 Dicen que uno escribe sobre lo que necesita aprender. En ese caso, a ver si logro algún día "aplicarme el cuento."

"Ella creía que ya lo había intentado todo. Que conocía todos los entrecijos del amor. Se había dicho a sí misma que todas las historias, por muy mágicas y novedosas que fueran al principio, todas, absolutamente todas, tenían el mismo final. Siempre acababa marchándose con la misma sensación de vacío, de incapacidad para mantener vivo aquel amor que la había arrebatado en los primeros momentos. Quizá no estaba hecha para compartir el camino por mucho tiempo. Sabía que el amor no era sólo pasión y que no se podía pretender vivir siempre en un cuento de hadas. Pero su problema no era ese. Simplemente su ser se iba apagando poco a poco. El amor como tal acababa convirtiéndose en una necesidad de escapar, en una incredulidad continua, sistemática, en un eco repetitivo que se instalaba en su mente para recordarle una y otra vez que aquello que estaba viviendo, en realidad, ya no tenía que ver con ella... Siempre acababa con una sensación de ahogo en tibios sentimientos y llegado a ese punto era inevitable la previsible despedida.


Pensando en todo esto mientras paseaba por las calles de su  ciudad, de pronto, vio algo reluciente al pie de un árbol. Parecía una lámpara preciosa, de las que frotas y sale un genio. La frotó pero evidentemente no ocurrió nada, y sonrió para sí misma sintiéndose un poco ridícula.

      -Disculpe, pero esa lámpara es mía - Se giró un poco sobresaltada y vio tras de sí a un hombre que la miraba con gesto grave. Como le resultó un poco antipático decidió no ceder tan fácilmente, así que le respondió con un tono algo insolente:
    
-¿A sí? ¿Es usted el genio que la habita?
  
- No. Sólo soy un vagabundo. Pero la lámpara es mía, yo la había visto primero. De todas formas, si le gusta tanto puede quedársela, o tal vez prefiera cambiármela por cualquier otra cosa.- Hizo un ademán hacia un carrito de supermercado que tenía a su lado abarrotado de trastos viejos.
  
- Da lo mismo. Lo que yo quisiera no lo tiene usted en su carrito- La mujer depositó la lámpara sobre la montaña de objetos y dio media vuelta dispuesta a seguir su camino.

 - Espere, tengo algo para el escepticismo.
  
 - Lo que yo necesito es algo que me asegure que algún día me voy a enamorar de verdad, ¿qué me dice a eso? ¿Tiene acaso una fórmula mágica?

El vagabundo quedó pensativo por unos momentos y luego comenzó a rebuscar entre cajitas de música, viejas revistas, paraguas destartalados y un sin fin de cosas a cual de ellas, aparentemente, más inservible, hasta que dio con un pequeño espejo de mano y se lo tendió a la mujer.
 
- Aquí lo tiene, para que un día se pueda enamorar, primero, mírese bien.
 
- Sí, ya sé lo que me va a decir, que para amar a los demás, primero hay que conocerse y amarse a uno mismo. Ya he leído eso en muchos libros de autoayuda, no es nuevo para mí.

 - Sí, claro, yo también lo he leído. Pero no le doy el espejo porque crea que usted no se conoce, es más, yo me atrevería a decir que usted se intuye muy bien, por eso insisto en que se siga observando, hasta el punto en que llegue a "familiarizarse" del todo consigo misma.

- ¿Y que tiene que ver eso de"familiarizarse con uno mismo" con enamorarse?

- Pues para la gente como usted, le puede servir de mucho, así, cuando llegue el día en que otro por fin le refleje, no le entrarán ganas de salir corriendo."

1 comentario:

Leoncita dijo...

Me ha encantado, cuando alguien se parece demasiado a nosotros solemos chocar y no soportarlo (no nos soportamos a nosotros mismos. Me parece magnífico que una lección tan importante en la vida esté abierta a ser dada por la persona menos inesperada; la sabiduría de la experiencia puedes encontrarla en cualquier rincón.