domingo, 28 de febrero de 2010

TIME TO SAY GOODBYE

Hoy se me ha puesto la piel de gallina y se me han saltado las lágrimas con este vídeo. Porque el ser humano es capaz de hacer cosas verdaderamente extraordinarias...

miércoles, 24 de febrero de 2010

A EDUARDO.

Dedicado a Eduardo, mi "Rupert piojito". Porque por Dios, siempre habrá baile!

lunes, 22 de febrero de 2010

DIÁLOGO INTERNO: ABANDONAR EL APEGO.

Nunca he sido muy amiga de los autoengaños. Ni de los ajenos, y mucho menos de los propios. Pero eso no quiere decir que no me engañe a mí misma de vez en cuando como hace cualquier hijo de vecino. Lo que sí puedo hacer al respecto es andar con ese "autoengaño" el menor tiempo posible. ¿Y cómo se hace eso? Jugando al Trivial (uno un poco especial, eso sí) Este "Trivial de tomar conciencia" es un juego donde yo pregunto y yo misma respondo. Bien mirado es un juego que no admite derrota puesto que sólo hay un participante: yo, y soy precisamente yo quien conoce todas las preguntas y también todas las respuestas. Sólo hay un requisito: no se admiten trampas. Sólo se gana si soy "terriblemente" honesta. El primer paso: coger una tarjeta al azar y hacer una pregunta:
Por ejemplo: -¿Por qué actúo de una manera cuando en realidad yo pienso de otra?
¡Cuidado! Pregunta trampa. La misma pregunta en sí está mal hecha, así que cojemos otra tarjeta y reformulamos:
-¿Por qué actúo de una determinada manera cuando sé que sería más sano para mí actuar de otra?( Hay un ligero matiz). Ahora sí, pulsamos el reloj: tic-tac, tic-tac...
- Porque hacerse responsable de uno mismo da vértigo y por eso es más fácil, más cómodo, seguir siempre por el mismo camino, aunque eso implique cometer los mismos errores.
(Uy, esta partida se pone interesante, se nota que este Trivial lo inventé yo, ¿eh?) Sigo.
-¿Cuáles son esos errores que me empeño en repetir? (Puesto que lo primero es identificar qué pasos estamos dando mal.) O un poco más fácil (nos damos un comodín) ¿De qué conductas acompaño los errores que ESTOY ELIGIENDO repetir?
- La principal conducta: la toma impulsiva, precipitada, de determinadas decisiones poniendo como excusa (porque es una excusa) que actúo de corazón. (Aclaro:muchas veces actuamos de corazón y eso es muy válido, pero cuando se actúa "de corazón" y para eso acabo poniéndome una navaja al cuello, puedo perder la cabeza y eso ya no es tan bueno...)
-¿Y qué signfica todo esto? Actuar impulsivamente me lleva a construir castillos en el aire, valerme de la ilusión para ignorar la realidad. Y la realidad es que aún no he aprendido. Vivir una fantasía no es más que vivir con apego. Prefiero creer que las cosas pueden ser de una manera y que si me empeño mucho, mucho, lo conseguiré. Agarrarme a una idea, a un sentimiento (que puede ser engañoso porque quizás lo que yo interpreto como un sentimiento no sea más que el fruto de una carencia), agarrarme a sujeto, persona, animal o cosa que me aporte todo aquello que aún yo misma no he sabido proporcionarme, porque además, sé que para aprender tengo que hacerlo yo sola. ¡Y cuánto miedo da la soledad! (porque hubo un tiempo, cuando éramos muy, muy chiquititos,  que nuestra supervivencia dependía de otro).
Así que en el fondo de toda esta cuestión sólo hay apego, crear una dependencia de cualquier circunstancia para darle más alas a mi castillo en el aire cuando sé que lo que hay que hacer es construirle unos cimientos en tierra firme.
-¿Y ahora qué puedo hacer?
Ya me he dado cuenta, otra vez de lo mismo (no es la primera vez que le doy la patada a un apego), una vez más, aquí esta la experiencia que siempre nos allana un poquito el camino. Retomo el camino por el que un día comencé a transitar. El primer paso de aquel camino tenía un propósito firme: no más dependencias. Me hago cargo de identificar a qué me estoy agarrando. Lo veo. Soy conciente. Y esa que está con el puño apretado no es la persona que quiero ser, pero no me regaño por ello, sólo me digo a mí misma con dulzura: suelta, no necesitas esto, si quieres coger algo, coge mi otra mano. Sin reproches. Con miedo todavía, pero sé que el valiente no es el que no tiene miedo, sino el que camina junto a él. Aprender a soltar. Ya lo escribí una vez. Mi gran lección por aprender pero que desde este mismo momento ya estoy consiguiendo. Ahora ya puedo guardar el Trivial hasta la próxima partida.

viernes, 19 de febrero de 2010

POEMA DE BENEDETTI.

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Magnífico poema del gran genio. Sólo hay algo con lo que yo no estoy de acuerdo y es con el verso final, pues para mí, amor y necesidad no son buenos aliados. Con mi más humilde opinión, yo lo cambiaría por alguna otra cosa, no sé... "por fin me... ¿encuentres?" Por ejemplo. De resto, chapó.
Homenaje a Benedetti y también a los que habéis leído esta entrada. Fin del juego.

















martes, 16 de febrero de 2010

EL VACÍO EXISTENCIAL

El vacío existencial. Ese que tiene su rinconcito propio en el corazón-mente de cada uno de nosotros.
No siempre aflora. Tiene sus momentos, casi siempre a solas, sin testigos, como si quisiera pillarnos indefensos y situarnos frente al inevitable espejo de la incertidumbre de nuestro propio ser. A mi me encantan sus visitas inesperadas. Trato de adelantarme a él y antes de que me interrogue, le aplaco yo con mis preguntas. ¿Por qué apareces ahora?
El vacío puede ser un enorme eco que nos devuelve todo cuanto nuestra mente le arroja, pero también puede ser un espacio (enorme, puesto que es vacío) donde extender esa enorme manta que es nuestra sola presencia y convertirlo en nuestra fugaz sala del estar.
Cuando llega esto que llamo vacío existencial puedes caer en la trampa de no saber ni quién eres, ni para qué existes, ni a dónde vas o deberías ir y si eso importa. Te puedes llenar de preguntas. Entonces dejas de estar en el vacío para pasar a la saturación. Y parece que eso nos alivia. Tener la mente llena de cosas, de cuestiones por resolver, porque todo eso evita el vacío que tanto relacionamos con la soledad. Pero qué gratitud se experimenta si dejamos que ese vacío existencial se haga presente y no luchamos contra él, si aceptamos que parte de la naturaleza humana es por fin comprender que no tenemos respuestas para todo aunque formemos parte de todo, que no tenemos que comprender todos los misterios sino experimentarlos sin más.
Podemos pensar que la vida es una lucha (contra el destino, contra los demás, contra el vecino del quinto o contra uno mismo), podemos pensar que la vida es un camino que lleva a una necesaria meta, o que solamente el camino es lo importante, podemos pensar que hay una sola vida o miles encadenadas, podemos pensar la vida o vivir la vida pensando. Todo es a gusto del consumidor. Y no hay errores porque no hay respuestas correctas. Y eso nos lo recuerda el vacío existencial que nunca abandona al ser humano, conquistador de todo lo conquistable, menos de sí mismo a tiempo completo.

Qué bello es perderse serenamente entre los brazos de ese vacío que no nos exige sabiduría, sólo la necesaria para apreciarlo, dejarlo pasar a nuestro través para que se lleve nuestro ego de la mano al menos unos instantes y no pensar en el mañana ni en lo que tengo que ser o hacer para asegurarme ese mañana, sólo dejar ese espléndido vacío para que se "llene" de conciencia, que no es más que respirar el aquí y el ahora. Sentirse pequeño es lo más grande porque no te queda otra direción que mirar hacia arriba, como cuando éramos niños y contemplábamos el mundo que cada día era nuevo.

Ese vacío existencial que a veces me visita me presenta de nuevo a mí misma y entonces comprendo que en realidad no hay vacío, no hay soledad, no hay espacio ni tiempo carente de sentido porque en la naturaleza se da todo lo necesario para conocer, sentir y gozar de nuestra propia alma, que es más amplia que el propio vacío, una vez se trasciende, pero viviendo con tranquilidad cada una de sus visitas.

sábado, 6 de febrero de 2010

EL CIRCO DE LAS MARIPOSAS.

Sólo verlo...Yo me quedo sin palabras ante tanta belleza.




viernes, 5 de febrero de 2010

ACERCA DE TRENES.

Estación de tren. Andén 2. Ya estaba avanzada la tarde y una discreta brisa helada acariciaba su rostro mientras esperaba la llegada de su tren, como de costumbre. De repente, tuvo esa sensación que tenemos muchos cuando alguien nos está observando, como si su mirada nos pesara en el hombro, así que levantó la vista y le vió a escasos dos metros de distancia. Efectivamente, la observaba con una amplia sonrisa, como si la conociera. Y aquel misterioso hombre, le habló:
-Hola, ¿hace mucho que espera?
-Depende- contestó ella con aire indiferente, aunque sentía un cierto rubor en el alma, aquel caballero la impresionaba sin saber muy bien por qué.
-¿Depende de qué?
-De lo que usted considere mucho tiempo.
-Es verdad, visto así... Yo llevo años en esta estación y cualquiera diría que eso es demasiado tiempo...
-¡Yo también llevo años aquí!- Ya sabía ella que este hombre era especial- ¡Qué raro no habernos visto antes! ¡Yo siempre estoy aquí, en el mismo andén! Siempre estoy esperando por mi tren, pero los que llegan no son el que yo quiero y temo que si cambio de andén, justo en ese instante, pase el mío y yo no me encuentre aquí para cogerlo, así que aquí me quedo, esperando a que aparezca en algún momento.

-¡Vaya, a mí me pasa algo por el estilo! Llevo años de andén en andén. Cada vez que aparece un tren me pregunto si será el apropiado para mí, el que debe llevarme a donde deba ir, así que pruebo suerte y subo, pero al poco de estar en él, me doy cuenta de que ese no es mi trayecto y me bajo en la siguiente estación, y otra vez de vuelta a empezar.

Esta vez el hombre se detuvo por un instante a contemplar a su singular compañía. En todo aquel tiempo no había coincidido con alguien que le pasara algo tan similar a lo que le ocurría a él. Todos parecían siempre tan seguros de a dónde debían ir. Qué trenes coger, qué otros, en cambio, dejar pasar. La gente tenía auténtica obsesión por llegar a sus destinos, tanta, que muchos de ellos se subían sin apenas comprobar si era verdaderamente el tren que deseaban coger y cuando llegaban al final, se daban cuenta de que habían equivocado su destino por una cosa tan absurda como la prisa.
Él, en cambio, a pesar de no saber cuál debía ser su camino, intentaba disfrutar al máximo de cada trayecto y cuando veía que simplemente aquel no era su tren, se bajaba. Así de simple. Así de placentero. Así de ... ¿rutinario? Pero ella no. No había cogido ningún tren. Los descartaba nada más llegar sin tener que subir. Por un momento le intrigó, pero tampoco podía entretenerse. Pronto llegaría el próximo tren.

- ¿Y no se cansa de estar todo el día de acá para allá?- A ella le podía su curiosidad- ¿Se ha parado a pensar que quizás ese tren que usted y que yo esperamos en realidad no exista? ¿Y si no pasa nunca?
- Pues no lo sé- ¡Vaya con la preguntita de la señorita!- La verdad es que ni me lo había planteado. Disculpe, señorita, creo que aquí llega mi tren.
-¿Cómo se lo va a plantear? Son preguntas que se hacen "estáticamente". Mientras te mueves, no hay posibilidad de detener la mente, y así todo es más rápido, como el paisaje que pasa a alta velocidad a través de la ventanilla del tren. El arból que estaba ahí hace unos segundos, ya lo pasamos, ya no está. Así también van pasando los pensamientos, los días, y así pasan los afectos...
El tren se detuvo por unos instantes frente a él. Sabía que tenía que subir. Quería subir y dejar a aquella extraña mujer en su perenne andén, con sus eternas preguntas. Olvidarla cuanto antes, como había hecho con tantos compañeros de ruta.
-¿Por qué me dice esto a mí? ¿Le parece que hago algo mal?
- En absoluto. No juzgo. Sólo observo. No sé hacer otra cosa. Después de tanto tiempo en este andén me he acostumbrado a observar a la gente. Se sorprendería de ver en cuántas cosas nos parecemos los unos a los otros al mismo tiempo que otras nos diferencian. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo no equivocarnos de tren?

-No tengo tiempo para responder a esto, debo subir ya si no quiero perderlo.
-¿Y qué más da si lo pierde? ¿Recuerda la última vez que vio atardecer sin estar en marcha, simplemente sentado, sin estar yendo a alguna parte?
El hombre respiró hondo. Vio que se cerraban las puertas y la máquina veloz se volvía a poner en marcha. Esta vez, no iba a ser pasajero de aquel tren, pero tal vez fuera pasajero de aquel aterdecer en compañía.
Se sentaron juntos a contemplar como el Sol hacía su particular trayecto de siempre, pero igualmente majestuoso. Ahora sólo había silencio, pero era agradable. Son esos silencios que se disfrutan por el mero hecho de compartir con alguien la no necesidad de llenar el vacío entre dos extraños, y que es precisamente, en el encuentro silencioso de dos miradas cuando se puede estar comunicándolo todo.
-Ha valido la pena no subir a ese tren para poder vivir este momento- pensó él en voz alta.
-Ha valido la pena "subir" a este atardecer juntos para no olvidarse de vivir estos momentos-dijo ella con brillo en los ojos- ¿Dejamos este andén y vamos a tomar un café?
-Está bien. Supongo que algunos trenes siempre pueden esperar.